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Las Potas - 22/07/2015

Julián - 31/03/2003

Convocatoria - 19/11/2005



      Vamos a ver. De las Potas, como concepto, podríamos decir que son elementos vivos,
      sujetos a la variación y, sobre todo, víctimas de la creatividad inherente al cansancio,
      las cabezas golpeadas, la ausencia de memoria por la carencia de oxígeno y la inexistencia
      de un lenguaje pautado que debería haber sido sugerido por un único portavoz.

      El Kirrinka (que no San Viator, de donde procedían la mayoría de las Potas) era lo más
      parecido a un reino de taifas autonómico, con elevados grados de acracia (como se verá).
      Aunque había un único lenguaje para designar las jugadas, no siempre todos los actores
      tenían la seguridad de conocer su cometido.

      La Pota se solía jugar en la línea de 22 contraria. Dos elementos, por lo general, medio
      melée y talonador, se adelantaban al resto del paquete y, siempre de espaldas al contrario,
      manejaban el balón. Uno de ellos gritaba el nombre de la jugada (causando en los últimos
      tiempos, dicho sea de paso, un desconcierto generalizado entre las menguantes huestes kirrinkiles).

      En la Pota 1 el medio melé combina con el talonador. En ese momento, el paquete carga.
      El talonador amaga el pase hacia el exterior y entrega el Wallabi al interior, para la
      carga de un pilier en el coté fermé. 

      En la variante dos, el pase era hacia fuera, al exterior. En los primeros tiempos, y en
      San Vi, estas solían salir bien por la práctica constante y siempre con los mismos componentes.

      Hay una tercera variante en la que, tras rodar el balón en el suelo, y pasar por una segunda
      persona, el oval se abría a la línea de tres cuartos en un pase largo, con o sin amagos.

      La Pota 4, ya terminal, podríamos decir que consistía en que, en vez de abrir a los pilieres
      en carga, el segundo jugador daba una patada a seguir de espaldas, bombeada, con idea de que
      el paquete que venía en carrera lo atrapara, pillando a contrapié al contrario, que había
      iniciado la carrera para chocar.

      Se generalizó el empleo de la palabra Pota para su uso en la touche. Pero, entonces, se
      acompañaba de cifras de dos números o tres. El último solía ser la clave para indicar quién
      era el saltador. Habitualmente se empleaban alternativas cono nombres de animales, oficios,
      series o personajes de televisión, cantantes y materiales (los relacionados con la construcción
      implicaban en la tarea al Escayolas, aunque no siempre se diera por aludido; otro tanto podríamos
      decir del Chuletas y de los derivados cárnicos). Sin olvidar, claro, las BEBIDAS. Así a Morrosko,
      el Duro y compañía se les podía gritar Pacharán 5 o Avis 19 (y, generalmente, les llegaba el
      balón, aunque el talona podía errar el lanzamiento por múltiples circunstancias que aquí
      no vienen al caso).

      En muchas ocasiones, junto a los nombres de saltadores, nos referíamos a zonas. Corta (Artza
      tendría mucho que decir aquí), al medio o larga. En la larguísima (también conocida como
      Pota 4 bis) se lanzaba el balón (cuando se podía, porque pesaban como piedras los cabrones)
      más allá del último saltador, para la llegada en carrera de un tercera (el Culos o algún otro
      emboscado como Carlos, también Txetxu). En muchas ocasiones, el simple gesto del talona (casi
      cogiendo carrerilla o sacando el balón de un modo demasiado ostentoso) evidenciaba tan a las
      claras la intención de jugar una touche larga que hasta Monasterio se daba cuenta y piaba desde
      la banda (el Camborio, no, que tenía la cinta del pelo metida en los ojos y no veía ni ostiax).

      En el vestuario, y con Andoni como capitán e ideólogo, se pactaban los nombres de las jugadas.
      Si no, ya en el campo, tras los cánticos de rigor (¿quién patina.? The animal went by two and two.)
      Se usaban para la touche, sobre todo. A medida que pasaban los minutos de juego, estos nombres
      generaban dudas o, directamente, caían en el olvido convirtiendo cada touche en un sindiós. Pero
      éramos muy populares y los apelativos (Lechuga, Oso Hormiguero, Cavernícola, Prosopopeya,
      Bitoriano. y demás lugares donde había verbenas) nos dieron un nombre en el rugby vasco. Nombre
      que pervive aún en todas y cada una de las Potas.

      Que así sea.
   
      Se regresa al Cinco Naciones por la senda de las cosas prohibidas. De noche,
      solo, en silencio, con ese deleite indefinible que produce sumergirse en un
      mundo reservado con su lenguaje, sus héroes y sus leyendas. Suenan los
      cánticos y todo parece igual. En la memoria, aquella voz de trueno que
      recordaba que el pilier galés -1,72, 109 kilos; en  realidad, un ceñudo
      armario de tres cuerpos sin cuello que entonaba el himno con fervor
      religioso- era minero o aquella otra que equiparaba las agónicas embestidas
      de los delanteros con  cargas de la Brigada Ligera en Crimea. Pero uno acaba
      por adaptarse a todo.

      Sin embargo algo empieza a doler en la memoria cuando el apertura coloca el
      balón sobre un artilugio de plástico (donut le llaman) antes de patear.
      ¿Dónde ha ido a parar la minuciosidad de topo de aquellos artistas del
      montículo de barro como Phil Bennet o Row Andrew? La piel del balón tiene
      ahora la apariencia viscosa de las serpientes: las costuras artesanas del
      Match y los viejos Wallabys como piedras han pasado a mejor vida. El
      nostálgico observa luego la primera touche. Los dos pilares elevan al
      saltador por encima de sus cabezas ante la complacencia del árbitro
      (¡Socorro! ¡Ese tipo lleva un auricular al oído y explica sus decisiones al
      público como si esto fuera fútbol americano!). El aficionado se hunde en la
      melancolía. 

      Un ataque a la mano en tres fases le devuelve, más tarde, la pasión del juego
      (hum, piensa el hincha, en esto sí se ha ganado con el profesionalismo).
      Pero su ánimo se desinfla otra vez cuando ve que, tras un golpe de castigo
      pateado fuera, los atacantes sacan la touche. ¿A dónde carajo se ha ido la
      épica? El enfado salta a cabreo cuando un tal Bernat Salles (francés por más
      señas) entra en la zona de marca con el balón en una mano mientras que con
      los dedos de la otra hace el signo de la victoria... ¡Que lo fusilen! 
      La humildad de los vencedores se ha esfumado. Uno disculpa la publicidad en
      las camisetas inmaculadas, los abucheos frente al silencio caballeroso de
      antes, las botas de colores, que jueguen en domingo, que haya tarjetas y
      hasta cambios (¡Señor, Señor...!) pero es difícil tolerar la desaparición de
      ese espíritu sencillo (barro, sudor y sangre) que acompañaba al torneo. El
      purista prefiere pasar de puntillas sobre la inclusión de Italia, sobre las
      protecciones que adornan a zagueros y terceras... En el Cinco Naciones ya no
      hay aristócratas como Beaumont ni siquiera bobbys como Dooley. Sin poesía,
      los jugadores se han quedado a solas con su apariencia más o menos ruda y
      sus mejillas más o menos coloradas. Sí, sí... ahora no hay tantas patadas
      (al balón, claro, porque los franceses siguen con sus carnicerías), se juega
      más a la mano, hay más ensayos... De acuerdo. Pero no es lo mismo.
      Menos mal que, al final, los vencidos aún aplauden y saludan a los ganadores
      en el pasillo, en un protocolo que presagia un horizonte de cerveza. Pero
      desconfíen, al paso que van las cosas, cualquier día nos cambian la
      ceremonia del tercer tiempo por una sesión de karaoke.
   
      En esa sociedad secreta que forman los aficionados al rugby viven dos
      familias con intereses y expectativas irreconciliables. Unos idolatran el
      juego humilde, tosco y sincero de los delanteros. Los otros apuestan por la
      rapidez, el ingenio y la electricidad de los tres cuartos. Bien. Nada que
      objetar. El mundo siempre ha sido así: pastores o agricultores, nómadas o
      sedentarios, vegetarianos y carnívoros+ 
         
      Los delanteros reprochaban siempre a los atacantes el poco uso de las
      cualidades que Dios había entregado a aquellas almas cándidas que ni se
      manchaban las camisetas (¡Ah, si yo tuviera tu cintura! ¡Ah! ¿Que haría yo
      con tu velocidad?). Y ellos se defendían culpando a los delanteros de
      tosquedad.

      Hasta que al universo del rugby llegó gente como Jonah Lomu.
      Lomu, el ala abierto neozelandés con cuerpo de pilier, reconcilió a los
      delanteros con el mundo de los tres cuartos. Ese tipo de la camiseta negra y
      la cabeza rapada era capaz de hacer todo aquello que ha bían soñado para sí
      los hombres del paquete (cam bios de pie y de aceleración, agónicas cargas
      contra todo y contra todos, fintas, amagos+) con absoluta humildad y decisión. 

      Era un delantero plantado al extremo de la línea, como uno de esos pilieres
      que recuperan el resuello intercalados en los tres cuartos, pero con
      gasolina. Y Lomu nos devolvió la ilusión. A todos.
      En estos días tristes en que el equipo francés (dos de las grandes
      aportaciones de los galos a la historia del rugby han sido el placaje
      violento o cartón y la zancadilla francesa, esa artimaña que consiste en
      golpear el pie de quien corre con el balón de un manotazo para hacer que
      tropiece y caiga) ha paladeado las mieles de la gloria, resurge con potencia
      ese eterno divorcio entre las dos familias del rugby: Soldaditos de plomo
      contra figuritas de porcelana.
   
      La escena apenas dura tres segundos. Pero posiblemente sean los tres
      segundos de rugby más intensos de la historia, una de esas secuencias que se
      graban en la memoria y que lograb levantar de sus asientos entre rugidos a
      los más apasionados seguidores del balón oval. El protagonista fue Jonah
      Lomu, el ala de los All Blacks.

      Saque inicial. El paquete neozelandés conquista el balón en un
      reagrupamiento, en el lado derecho. La marea negra avanza. El balón salta de
      mano en mano: Bachop, Merthens, Little... A 30 metros de los palos, Lomu
      coge el balón, lo cambia de mano, aparta de un empujón a Tony Underwood y
      enfila la línea de marca. Desde la tangente, el capitán Bill Carling aparece
      dispuesto a derribar al gigante con una artimaña: la zancadilla francesa,
      ese golpe mortal que lanza el pie libre contra la pierna de apoyo y que hace
      caer a las más altas torres.
   
      Con Lomu fue inútil. Apenas un trastabilleo de unos pocos metros. El metro
      noventa y cinco de Lomu siguió avanzando. Mike Catt, ese zaguero grande y
      frío que ha sustituido al endeble Webb, puso las manos por delante, como un
      niño que pretende detener una pesadilla. Fue arrollado, literlamente
      engullido bajo los pies del más pesado de los seleccionados neozelandeses
      (118 kilos). Catt braceaba como alguien atrapado bajo los ejes de una
      cosechadora mientras Lomu corría ya en la zona de marca. Luego llegó el
      tiempo para la leyenda, la relajación del balón posado en el suelo, la
      desactivación de la bomba. Ese día, 18 de junio de 1995, descubrimos a Jonah
      Lomu en Ciudad del Cabo.

      Los franceses habían sabido de él unos meses antes. Con 19 años y 45 días,
      este empleado de banca nacido en Tonga e hijo de un pastor presbiteriano, se
      había convertido en el más joven jugador all black de la historia. Luego
      siguieron unos meses de olvido. En mayo ya lucía en el lado derecho de su
      cabeza dos rayitas paralelas hechas con una máquina de afeitar: Los demás
      llevan el número en la espalda -ha dicho-. Yo quiero que mi adversario sepa
      quién le viene encima, que pueda ver mi número incluso de frente . Si llegan
      a verle: corre cien metros en 10.8 segundos. El récord del mundo lo tiene
      Leroy Burrell en 9.85. Pero Leroy pesa 35 kilos menos que el ala
      neozelandés. Siona Lomu, su nombre verdadero, vino al mundo en Tonga, un
      pequeño archipiélago polinesio donde, como en Nueva Zelanda, el rugby es el
      deporte nacional. Allí vivió hasta que con siete años fue llevado a
      Auckland, al humilde barrio de Mangere donde su padre ejercía su magisterio.
      En cualquier equipo del mundo Lomu sería un segunda o un tercera línea. En
      Nueva Zelanda, no. Para pelearse, la marea negra ya tiene a Zinzan Brooke,
      ese centro con nombre de aperitivo italiano, al ceceante talonador y capitán
      Fitzpatrick o a Josh Kronfeld, el surfer de la cabeza rapada que usa un
      casco de boxeador como protección. Ellos son felices en esos mauls de
      repetición que sacuden los campos de rugby como un espasmo. No.
      Los Alls Blacks necesitan magia en la línea. El hechizo de Lomu o el
      desparpajo de Marc Ellis, ese angelote rubio que fue capaz de proponer un
      encuentro íntimo a la mismísima princesa Diana durante una recepción en
      Buckingham. 

      Lomu brilla en el extremo de un colectivo que convierte su poderío en algo
      eficaz y terrible, auqnue Sudáfrica le privó de un título mundial que
      parecía reservado para los All Blacks. ara algunos no es un buen defensor
      -¡cómo frenar semejante carga de energía cinética!-,  sin embargo este chico
      tímido que se escuda en un walkman donde suena reggae y funky - para correr
      necesito sentir el ritmo , dice- ha entrado con sus fintas y su par de
      placajes a Tony Underwood en la galería de los mitos. Allí donde la memoria
      guarda en blanco y negro el mítico ensayo de Phil Bennet y Gareth Edwards
      bajo los colores de los Barbarians, las cargas del maorí Wayne Shleford, los
      eléctricos cambios de pie de Serge Blanco, los bigotones del inglés
      Beaumont, el paso del pato del australiano Campesse... Se ha abierto un
      hueco para un diamante. Para un diamante negro.
   
      Quien no haya pasado por aquellos días de barro, agua helada y cerveza no
      conoce, de verdad, qué es el rugby. Volvamos la vista hacia los años 70: El
      rugby 'sólo' existía en televisión. Era un deporte rudo, jugado por tipos de
      grandes patillas que manejaban a su antojo aquellos balones 'Match' de
      recias costuras. Aquí, la cosa era mucho más modesta: No era fácil encontrar
      campos donde jugar, los balones 'Wallabys' de Adidas que, empapados, pesaban
      como piedras, se untaban de grasa para que duraran más y quienes no podían
      comprarse las botas en Francia usaban las raciales Cejudo.
      Por aquellas fechas, tres vizcaínos que jugaban en Gernika - Txomin Guezuraga
      'Pitxon', Ramón Isasi 'Pepilo' y Jon Lázaro 'El Brujo'- rumiaron en el bar
      Alai formar un equipo en Getxo. Sólo los que están en el ajo saben cuánto
      han tenido que ver bares y cerveceras en la etapa pionera del rugby vasco.
      Aquellos tres mosqueteros tiraron de su cuadrilla, Kantarepe, y de algunos
      conocidos para componer su primer XV. Como entrenador, el granaíno Pepe
      Marina, todo un carácter forjado en las sordas batallas de estudiantes
      madrileños y veterano del Cisneros. Al principio, todo era complejo:
      Explicar a aquellos remeros que el balón siempre debía pasarse hacia atrás o
      el misterio que encerraba la línea de 22 no fue tarea fácil. Pero ganaron su
      primer encuentro frente al Barakaldo R.T.

	  El ambiente tampoco estaba demasiado a favor de aquellos precursores. Perdido
      Fadura, las batallas del domingo se desarrollaban en Derio, bajo la mirada
      del gigantesco seminario de ladrillo rojo. A veces, el juego se medio
      interrumpía por el rugido de los reactores que aterrizaban en Sondika. En
      invierno, hasta se perdían botas en el fango. Con la cara rota, había luego
      que ducharse en una sala de cemento, con aspecto de cámara de gas. El agua
      caía directamente de un agujero de plomo. A veces era peor, recuerda Javi
      Díaz Paternain, y había que lavarse en el río o en las tinajas del primer
      piso. Landare Toki, en Hernani, tampoco era muy distinto. Había que tirar de
      pala para echar carbón al calentador y ducharse rápido para que el agua
      caliente llegara para todos.

      Nombres para la historia
      Aquellos tipos voluntariosos que empujaban en las melés y se animaban al
      grito de «¡Pistolas!», se entrenaban a la luz de las farolas. Hubo un día en
      que uno de los ingenios eléctricos reventó y descargó toda su potencia en
      mitad de un 'maul'. Los jugadores corrieron, electrizados, hacia todas
      partes, entre el desconcierto del entrenador. 
      Pasaron los años, crecieron los juveniles, siguieron los agotadores viajes en
      autobús, el olor a encierro y cuero: Para la historia del club quedan
      nombres como Portorrome, Pinueve, Saratxo, Txato, Txirai, El Negro y su
      equipo de chicas, Trainera, Gazela, El Brujo... Y luego, Moñigo, Aspuru,
      Pipi, Borlas, Arrutia, el galés Peter, mago en aperturas y en mezclar gin y
      birra... Especialistas en carreras y en vaciar jarras en esa ceremonia
      sagrada de camaradería que es el tercer tiempo, cuando los equipos, tras
      haberse saludado en el 'pasillo', beben y cantan juntos. Los del Getxo
      frecuentaban Romo, las comidas del Tabernatxu y las jarras del Amesti o del
      Alai.

      Apuntalado sobre ese espíritu de equipo -al final los equipos bien avenidos
      no son más que una prolongación de la cuadrilla-, llegaron los títulos: La
      Liga del 92/93; las Copas del 90, 91, 92 y 97, las internacionalidades de
      Azkargorta, Etxebarria, Castro, 'Javichín'... Las pequeñas leyendas como
      Fidel Castro, el pilier que trabajaba como enterrador, o Jonabad Díaz, un
      hombre que emigró a Nueva Zelanda para empaparse del mejor rugby del mundo
      mientras se ganaba la vida descargando camiones. 

      Posiblemente, aquellos tiempos gloriosos han pasado: Hoy, los chavales toman
      agua en el tercer tiempo, disponen de masajista y de agua caliente y viven
      el deporte con otro espíritu porque desconocen las penurias de cuando el
      rugby era algo tan exótico como los meteoritos lunares. Hoy, el rugby es un
      deporte profesional, con su Supertwelve y sus contratos millonarios: Hay
      cambios y publicidad en las camisetas, nadie usa ya el talón de la bota para
      hacer montículos de topo antes de la transformación, hay tarjetas amarillas
      y han desaparecido las bandejas con limones del descanso... Pero nada podrá
      acabar con los recuerdos de los tiempos gloriosos. Y de horas de gloria y de
      sacrificio saben mucho los del Getxo Rugby Taldea.
   
      La expulsión y posterior readmisión de Inglaterra en el Torneo Cinco
      Naciones muestra la tensión que sufre el rugby

      Era inevitable. Una vez que el rugby abrió sus puertas a los mercaderes sólo
      era cuestión de tiempo saber cuánto tardarían los comerciantes en apretar
      las tuercas para meter el miedo en el cuerpo a la afición. Esta misma
      semana, el Torneo de las Cinco Naciones ha vivido jornadas inciertas.
      Primero fue el bombazo de que Inglaterra, el país donde se inventó el rugby,
      iba a ser excluida del Torneo de las Cinco Naciones. La razón no era otra
      que el desacuerdo entre los organizadores del Torneo y la Federación Inglesa
      por el reparto de los derechos televisivos de la competición. Inglaterra
      mantiene un con trato por el que ingresa 21.000 mi llones de pesetas con Sky
      Television, del magnate Murdoch. Por su parte, las otras cuatro naciones
      representadas en el Torneo (Francia, Escocia, Irlanda y Gales) han vendido
      sus derechos de imagen a la ITV. El caso es que ni unos ni otros parecían
      ponerse de acuerdo en vísperas de la que está llamada a ser última edición
      del Torneo bajo el nombre de Cinco Naciones, una vez que Italia competirá en
      el 2000. 
      
      La noticia de la exclusión de Inglaterra -readmitida ayer de urgencia-
      sacudió como un maremoto el mundo del rugby. Gavin Hastings, zaguero escocés
      y de los British Lions, se preguntó en voz alta «¿qué le ha sucedido a este
      juego para que andemos así?» El propio capitán del XV de la rosa, Bruno Nero
      Lawrence Dallaglio, ha tenido que reconocer que «todo ha cambiado demasiado
      rápidamente en el mundo del rugby». Y ahora se empiezan a ver las primeras
      consecuencias.
      Hasta 1994, los internacionales del hemisferio norte hasta tenían que pagarse
      las botas con las que saltaban al campo. Quienes vestían las ca misetas,
      casi im polutas has ta el final, só lo recibían a cambio de su participación
      en el Torneo un frac con el que acudir a las cenas que los equipos celebraban
      tras la disputa del partido. Pero el rugby, último reducto del
      deporte romántico, estaba dando desde principios de los 90 sus últimas
      boqueadas.
   
      El Mundial celebrado en Sudáfrica en 1995 sirvió de barómetro para calibrar
      el interés mundial de este deporte de villanos jugado por caballeros. El
      vtorneo sudafricano se convirtió en el tercer acontecimiento deportivo de la
      historia por ingresos publicitarios, sólo superado por las Barcelona'92 y
      por el Mundial de fútbol. Un dato: Adidas paga a la Nueva Zelanda más dinero
      por vestir a los All Blacks que Nike a la selección brasileña de fútbol.
      Las federaciones quisieron subirse a ese carro de dinero que no admite vuelta
      atrás. Sólo era cuestión de tiempo que estallaran las conflictos. Pero como
      todos tienen algo que perder (nadie imagina una edición sin los morriones de
      oso que coronan las cabezas de los músicos de la Banda Real o sin el Rules
      Britannia! coreado por las gradas de Twinckenham), el arreglo era
      inevitable. «A todos nuestros contrarios les gusta tumbar las camisetas
      blancas de Inglaterra», había profetizado como solución al conflicto Roger
      Uttley, el seleccionador inglés. «El conflicto indica el nivel de tensión
      que viven los clubes y las federaciones nacionales», subrayó Uttley para
      radiografiar la situación por la que atraviesa un deporte que, en el Norte,
      anda a palos.

      Pero pocas horas después las aguas volvieron a su cauce. Todos estaban
      condenados a entenderse. Aunque sólo fuera para detener las demandas
      judiciales por incumplimiento de los multimillonarios contratos ya firmados.
      Los mercaderes tendrán este año también su libra de carne.
   
 

Comida de hermandad 19/11/2005

KIRRINKA 5000 RT

El Comité Organizador integrado por Andoni Iñigo, Angelmari Alonso y Xabi Iñigo e impulsado especialmente por Carlos Asteasu creador y mantenedor de la güeb peich del club, único resto aún visible de lo que fue nuestro espíritu

SALUDA

a todos los antiguos componentes del excelentísimo y magnífico equipo de rugby que asoló los campos y tabernas de Euskadi en los prehistóricos tiempos del agua fría en los vestuarios y se complace en convocarles a la

REUNIÓN CONMEMORATIVA

Que se celebrará el SÁBADO 19 NOVIEMBRE 2005 en la ciudad de Vitoria-Gasteiz con el siguiente

ORDEN DEL DÍA

Tarea 1.   Concentración en el Picasso-taberna (Avda. Gasteiz) a las 13:30 horas.

Tarea 2.  

Calentamiento a la mano, corriendo -con el vaso- la banda por la Avenida de Gasteiz y la calle San Viator hacia la Plaza Gazalbide, hasta el final de la calle San Viator.

Tarea 3.   Reagrupamiento de dispersos y otros que llegan tarde en el bar Aconcagua (Pza. Gazalbide) a las 14:15 horas.
Tarea 4.   Triunfal entrada en el terreno de juego (txoko sito en el Centro Comercial Gazalbide, seguir carteles con una “K” para llegar) a las 14:30 horas.
Tarea 5.   Vasito de bienvenida y reparto del kit de reconocimiento e instrucciones de uso.
Tarea 6.     Informe del Comité, saludo al árbitro y sorteo de campo.
Tarea 7.   A las 15:00 lo más tarde empieza el partido. Comida y bebida con la táctica de ataque-defensa pertinente frente a nuestro rival, el

MENÚ

  1. Desconstruccionistas rompehielos (entremeses).

  2. Existencialista plato de fundamento: Limpita y aseá melange de laitue et frisée acompañando a cochinillo asáo.

  3. Gnoseológico (no psicológico, ni epistemológico, ni sociológico, ni lógico-formal, ni histórico, pero sí histérico) postre.

  4. Otras neoclásicas aportaciones al paladar del comensal: Pan, vino y cava, café y licores.

Tarea 8.   Discursos, batallitas y cánticos. Se podrá grabar y sacar fotos. ¡Traed cámaras!
Tarea 9.   Torneos y concursos. Se podrá grabar y sacar fotos. ¡Traed cámaras!
Tarea 10.   Tercer tiempo, hasta que el cuerpo o nuestras santas aguanten. No se podrá grabar ni sacar fotos. ¡Traed dinero!

Voluntarios para pintar el campo –ya no hacen falta más, que estorban- recibirán instrucciones vía teléfono.


Lista de asistentes a la celebración de la resurrección temporal del KIRRINKA

(Don Luis Durana Rioja, El Duro, asiste aunque no le veáis en la relación)

Agustín Otsoa Eribeko

XL

Alejandro Atxaerandio Olabuenaga

XXL

Andoni Iñigo

XXXL

Andrés Canillas

L

Ángel Alonso <nabarro>

XL

Carlos Asteasu

XXL

Enrique Triviño "tarzán-txiki"

XL

Fernando García

L

Fernando Orozko (Txakolí)

XXXL

Javier Infante <artza>

XL

Javi Olarte <escayolas>

XL

Jesús Javier Ciarrusta Bilbao

XL

Jon Gmz-Goikolea

L

Juan Carlos Iriazabal <morrosko>

XXL

Juan Pablo Cabero

XXL

Julián Méndez

XL

Kepa Baquedano

XL

Kike Gonzalo Bilbao <el presi>

XL

Patxi YUYU

L

Patxiko Peña

XXL

Pedro-M Diéguez

XXL

Sito Páramo

XL

Xabi Iñigo

XL

 

Estaremos si dios quiere, 23 (número primo y gran edad). Txetxu Calleja y Xabi Otegi se han excusado y se les reserva el kit. Julián y Carlos andan prietos de tiempo por sus compromisos, pero vienen.

Sería aconsejable encargarle a alguno la realización de las fotos (alguien que le guste la fotografía, que entienda); en definitiva, un negro que nos saque gratis las afotos. ¿Alguno de entre vosotros, de la especie en extinción de los abnegadotzailes, quiere ser ese alguno?

Si alguno llega tarde, se pierde en las complicadas calles de la ciudad o en el confuso entramado del C.C. Gazalbide porque “los malos” han quitado los carteles con las “K”, se dan los siguientes teléfonos de referencia para que os mandemos una patrulla de rescate o al masajista con una aspirina:

Angelmari <nabarro>: 615 320 997

Xabi: 675 704 376

Y ya vale. Hasta el sábado, que son tres días.

Ondo izan!