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Vamos a ver. De las Potas, como concepto, podríamos decir que son elementos vivos, sujetos a la variación y, sobre todo, víctimas de la creatividad inherente al cansancio, las cabezas golpeadas, la ausencia de memoria por la carencia de oxígeno y la inexistencia de un lenguaje pautado que debería haber sido sugerido por un único portavoz. El Kirrinka (que no San Viator, de donde procedían la mayoría de las Potas) era lo más parecido a un reino de taifas autonómico, con elevados grados de acracia (como se verá). Aunque había un único lenguaje para designar las jugadas, no siempre todos los actores tenían la seguridad de conocer su cometido. La Pota se solía jugar en la línea de 22 contraria. Dos elementos, por lo general, medio melée y talonador, se adelantaban al resto del paquete y, siempre de espaldas al contrario, manejaban el balón. Uno de ellos gritaba el nombre de la jugada (causando en los últimos tiempos, dicho sea de paso, un desconcierto generalizado entre las menguantes huestes kirrinkiles). En la Pota 1 el medio melé combina con el talonador. En ese momento, el paquete carga. El talonador amaga el pase hacia el exterior y entrega el Wallabi al interior, para la carga de un pilier en el coté fermé. En la variante dos, el pase era hacia fuera, al exterior. En los primeros tiempos, y en San Vi, estas solían salir bien por la práctica constante y siempre con los mismos componentes. Hay una tercera variante en la que, tras rodar el balón en el suelo, y pasar por una segunda persona, el oval se abría a la línea de tres cuartos en un pase largo, con o sin amagos. La Pota 4, ya terminal, podríamos decir que consistía en que, en vez de abrir a los pilieres en carga, el segundo jugador daba una patada a seguir de espaldas, bombeada, con idea de que el paquete que venía en carrera lo atrapara, pillando a contrapié al contrario, que había iniciado la carrera para chocar. Se generalizó el empleo de la palabra Pota para su uso en la touche. Pero, entonces, se acompañaba de cifras de dos números o tres. El último solía ser la clave para indicar quién era el saltador. Habitualmente se empleaban alternativas cono nombres de animales, oficios, series o personajes de televisión, cantantes y materiales (los relacionados con la construcción implicaban en la tarea al Escayolas, aunque no siempre se diera por aludido; otro tanto podríamos decir del Chuletas y de los derivados cárnicos). Sin olvidar, claro, las BEBIDAS. Así a Morrosko, el Duro y compañía se les podía gritar Pacharán 5 o Avis 19 (y, generalmente, les llegaba el balón, aunque el talona podía errar el lanzamiento por múltiples circunstancias que aquí no vienen al caso). En muchas ocasiones, junto a los nombres de saltadores, nos referíamos a zonas. Corta (Artza tendría mucho que decir aquí), al medio o larga. En la larguísima (también conocida como Pota 4 bis) se lanzaba el balón (cuando se podía, porque pesaban como piedras los cabrones) más allá del último saltador, para la llegada en carrera de un tercera (el Culos o algún otro emboscado como Carlos, también Txetxu). En muchas ocasiones, el simple gesto del talona (casi cogiendo carrerilla o sacando el balón de un modo demasiado ostentoso) evidenciaba tan a las claras la intención de jugar una touche larga que hasta Monasterio se daba cuenta y piaba desde la banda (el Camborio, no, que tenía la cinta del pelo metida en los ojos y no veía ni ostiax). En el vestuario, y con Andoni como capitán e ideólogo, se pactaban los nombres de las jugadas. Si no, ya en el campo, tras los cánticos de rigor (¿quién patina.? The animal went by two and two.) Se usaban para la touche, sobre todo. A medida que pasaban los minutos de juego, estos nombres generaban dudas o, directamente, caían en el olvido convirtiendo cada touche en un sindiós. Pero éramos muy populares y los apelativos (Lechuga, Oso Hormiguero, Cavernícola, Prosopopeya, Bitoriano. y demás lugares donde había verbenas) nos dieron un nombre en el rugby vasco. Nombre que pervive aún en todas y cada una de las Potas. Que así sea.
Se regresa al Cinco Naciones por la senda de las cosas prohibidas. De noche, solo, en silencio, con ese deleite indefinible que produce sumergirse en un mundo reservado con su lenguaje, sus héroes y sus leyendas. Suenan los cánticos y todo parece igual. En la memoria, aquella voz de trueno que recordaba que el pilier galés -1,72, 109 kilos; en realidad, un ceñudo armario de tres cuerpos sin cuello que entonaba el himno con fervor religioso- era minero o aquella otra que equiparaba las agónicas embestidas de los delanteros con cargas de la Brigada Ligera en Crimea. Pero uno acaba por adaptarse a todo. Sin embargo algo empieza a doler en la memoria cuando el apertura coloca el balón sobre un artilugio de plástico (donut le llaman) antes de patear. ¿Dónde ha ido a parar la minuciosidad de topo de aquellos artistas del montículo de barro como Phil Bennet o Row Andrew? La piel del balón tiene ahora la apariencia viscosa de las serpientes: las costuras artesanas del Match y los viejos Wallabys como piedras han pasado a mejor vida. El nostálgico observa luego la primera touche. Los dos pilares elevan al saltador por encima de sus cabezas ante la complacencia del árbitro (¡Socorro! ¡Ese tipo lleva un auricular al oído y explica sus decisiones al público como si esto fuera fútbol americano!). El aficionado se hunde en la melancolía. Un ataque a la mano en tres fases le devuelve, más tarde, la pasión del juego (hum, piensa el hincha, en esto sí se ha ganado con el profesionalismo). Pero su ánimo se desinfla otra vez cuando ve que, tras un golpe de castigo pateado fuera, los atacantes sacan la touche. ¿A dónde carajo se ha ido la épica? El enfado salta a cabreo cuando un tal Bernat Salles (francés por más señas) entra en la zona de marca con el balón en una mano mientras que con los dedos de la otra hace el signo de la victoria... ¡Que lo fusilen! La humildad de los vencedores se ha esfumado. Uno disculpa la publicidad en las camisetas inmaculadas, los abucheos frente al silencio caballeroso de antes, las botas de colores, que jueguen en domingo, que haya tarjetas y hasta cambios (¡Señor, Señor...!) pero es difícil tolerar la desaparición de ese espíritu sencillo (barro, sudor y sangre) que acompañaba al torneo. El purista prefiere pasar de puntillas sobre la inclusión de Italia, sobre las protecciones que adornan a zagueros y terceras... En el Cinco Naciones ya no hay aristócratas como Beaumont ni siquiera bobbys como Dooley. Sin poesía, los jugadores se han quedado a solas con su apariencia más o menos ruda y sus mejillas más o menos coloradas. Sí, sí... ahora no hay tantas patadas (al balón, claro, porque los franceses siguen con sus carnicerías), se juega más a la mano, hay más ensayos... De acuerdo. Pero no es lo mismo. Menos mal que, al final, los vencidos aún aplauden y saludan a los ganadores en el pasillo, en un protocolo que presagia un horizonte de cerveza. Pero desconfíen, al paso que van las cosas, cualquier día nos cambian la ceremonia del tercer tiempo por una sesión de karaoke.
FIGURAS DE PORCELANA
En esa sociedad secreta que forman los aficionados al rugby viven dos familias con intereses y expectativas irreconciliables. Unos idolatran el juego humilde, tosco y sincero de los delanteros. Los otros apuestan por la rapidez, el ingenio y la electricidad de los tres cuartos. Bien. Nada que objetar. El mundo siempre ha sido así: pastores o agricultores, nómadas o sedentarios, vegetarianos y carnívoros+ Los delanteros reprochaban siempre a los atacantes el poco uso de las cualidades que Dios había entregado a aquellas almas cándidas que ni se manchaban las camisetas (¡Ah, si yo tuviera tu cintura! ¡Ah! ¿Que haría yo con tu velocidad?). Y ellos se defendían culpando a los delanteros de tosquedad. Hasta que al universo del rugby llegó gente como Jonah Lomu. Lomu, el ala abierto neozelandés con cuerpo de pilier, reconcilió a los delanteros con el mundo de los tres cuartos. Ese tipo de la camiseta negra y la cabeza rapada era capaz de hacer todo aquello que ha bían soñado para sí los hombres del paquete (cam bios de pie y de aceleración, agónicas cargas contra todo y contra todos, fintas, amagos+) con absoluta humildad y decisión. Era un delantero plantado al extremo de la línea, como uno de esos pilieres que recuperan el resuello intercalados en los tres cuartos, pero con gasolina. Y Lomu nos devolvió la ilusión. A todos. En estos días tristes en que el equipo francés (dos de las grandes aportaciones de los galos a la historia del rugby han sido el placaje violento o cartón y la zancadilla francesa, esa artimaña que consiste en golpear el pie de quien corre con el balón de un manotazo para hacer que tropiece y caiga) ha paladeado las mieles de la gloria, resurge con potencia ese eterno divorcio entre las dos familias del rugby: Soldaditos de plomo contra figuritas de porcelana.
JONAH LOMU, LA LOCOMOTORA NEGRA
La escena apenas dura tres segundos. Pero posiblemente sean los tres segundos de rugby más intensos de la historia, una de esas secuencias que se graban en la memoria y que lograb levantar de sus asientos entre rugidos a los más apasionados seguidores del balón oval. El protagonista fue Jonah Lomu, el ala de los All Blacks. Saque inicial. El paquete neozelandés conquista el balón en un reagrupamiento, en el lado derecho. La marea negra avanza. El balón salta de mano en mano: Bachop, Merthens, Little... A 30 metros de los palos, Lomu coge el balón, lo cambia de mano, aparta de un empujón a Tony Underwood y enfila la línea de marca. Desde la tangente, el capitán Bill Carling aparece dispuesto a derribar al gigante con una artimaña: la zancadilla francesa, ese golpe mortal que lanza el pie libre contra la pierna de apoyo y que hace caer a las más altas torres. Con Lomu fue inútil. Apenas un trastabilleo de unos pocos metros. El metro noventa y cinco de Lomu siguió avanzando. Mike Catt, ese zaguero grande y frío que ha sustituido al endeble Webb, puso las manos por delante, como un niño que pretende detener una pesadilla. Fue arrollado, literlamente engullido bajo los pies del más pesado de los seleccionados neozelandeses (118 kilos). Catt braceaba como alguien atrapado bajo los ejes de una cosechadora mientras Lomu corría ya en la zona de marca. Luego llegó el tiempo para la leyenda, la relajación del balón posado en el suelo, la desactivación de la bomba. Ese día, 18 de junio de 1995, descubrimos a Jonah Lomu en Ciudad del Cabo. Los franceses habían sabido de él unos meses antes. Con 19 años y 45 días, este empleado de banca nacido en Tonga e hijo de un pastor presbiteriano, se había convertido en el más joven jugador all black de la historia. Luego siguieron unos meses de olvido. En mayo ya lucía en el lado derecho de su cabeza dos rayitas paralelas hechas con una máquina de afeitar: Los demás llevan el número en la espalda -ha dicho-. Yo quiero que mi adversario sepa quién le viene encima, que pueda ver mi número incluso de frente . Si llegan a verle: corre cien metros en 10.8 segundos. El récord del mundo lo tiene Leroy Burrell en 9.85. Pero Leroy pesa 35 kilos menos que el ala neozelandés. Siona Lomu, su nombre verdadero, vino al mundo en Tonga, un pequeño archipiélago polinesio donde, como en Nueva Zelanda, el rugby es el deporte nacional. Allí vivió hasta que con siete años fue llevado a Auckland, al humilde barrio de Mangere donde su padre ejercía su magisterio. En cualquier equipo del mundo Lomu sería un segunda o un tercera línea. En Nueva Zelanda, no. Para pelearse, la marea negra ya tiene a Zinzan Brooke, ese centro con nombre de aperitivo italiano, al ceceante talonador y capitán Fitzpatrick o a Josh Kronfeld, el surfer de la cabeza rapada que usa un casco de boxeador como protección. Ellos son felices en esos mauls de repetición que sacuden los campos de rugby como un espasmo. No. Los Alls Blacks necesitan magia en la línea. El hechizo de Lomu o el desparpajo de Marc Ellis, ese angelote rubio que fue capaz de proponer un encuentro íntimo a la mismísima princesa Diana durante una recepción en Buckingham. Lomu brilla en el extremo de un colectivo que convierte su poderío en algo eficaz y terrible, auqnue Sudáfrica le privó de un título mundial que parecía reservado para los All Blacks. ara algunos no es un buen defensor -¡cómo frenar semejante carga de energía cinética!-, sin embargo este chico tímido que se escuda en un walkman donde suena reggae y funky - para correr necesito sentir el ritmo , dice- ha entrado con sus fintas y su par de placajes a Tony Underwood en la galería de los mitos. Allí donde la memoria guarda en blanco y negro el mítico ensayo de Phil Bennet y Gareth Edwards bajo los colores de los Barbarians, las cargas del maorí Wayne Shleford, los eléctricos cambios de pie de Serge Blanco, los bigotones del inglés Beaumont, el paso del pato del australiano Campesse... Se ha abierto un hueco para un diamante. Para un diamante negro.
LOS HIJOS DEL BARRO (una leve traición, aunque mucho de lo que aparece se pueda aplicar a unos que yo me sé)
Quien no haya pasado por aquellos días de barro, agua helada y cerveza no conoce, de verdad, qué es el rugby. Volvamos la vista hacia los años 70: El rugby 'sólo' existía en televisión. Era un deporte rudo, jugado por tipos de grandes patillas que manejaban a su antojo aquellos balones 'Match' de recias costuras. Aquí, la cosa era mucho más modesta: No era fácil encontrar campos donde jugar, los balones 'Wallabys' de Adidas que, empapados, pesaban como piedras, se untaban de grasa para que duraran más y quienes no podían comprarse las botas en Francia usaban las raciales Cejudo. Por aquellas fechas, tres vizcaínos que jugaban en Gernika - Txomin Guezuraga 'Pitxon', Ramón Isasi 'Pepilo' y Jon Lázaro 'El Brujo'- rumiaron en el bar Alai formar un equipo en Getxo. Sólo los que están en el ajo saben cuánto han tenido que ver bares y cerveceras en la etapa pionera del rugby vasco. Aquellos tres mosqueteros tiraron de su cuadrilla, Kantarepe, y de algunos conocidos para componer su primer XV. Como entrenador, el granaíno Pepe Marina, todo un carácter forjado en las sordas batallas de estudiantes madrileños y veterano del Cisneros. Al principio, todo era complejo: Explicar a aquellos remeros que el balón siempre debía pasarse hacia atrás o el misterio que encerraba la línea de 22 no fue tarea fácil. Pero ganaron su primer encuentro frente al Barakaldo R.T. El ambiente tampoco estaba demasiado a favor de aquellos precursores. Perdido Fadura, las batallas del domingo se desarrollaban en Derio, bajo la mirada del gigantesco seminario de ladrillo rojo. A veces, el juego se medio interrumpía por el rugido de los reactores que aterrizaban en Sondika. En invierno, hasta se perdían botas en el fango. Con la cara rota, había luego que ducharse en una sala de cemento, con aspecto de cámara de gas. El agua caía directamente de un agujero de plomo. A veces era peor, recuerda Javi Díaz Paternain, y había que lavarse en el río o en las tinajas del primer piso. Landare Toki, en Hernani, tampoco era muy distinto. Había que tirar de pala para echar carbón al calentador y ducharse rápido para que el agua caliente llegara para todos. Nombres para la historia Aquellos tipos voluntariosos que empujaban en las melés y se animaban al grito de «¡Pistolas!», se entrenaban a la luz de las farolas. Hubo un día en que uno de los ingenios eléctricos reventó y descargó toda su potencia en mitad de un 'maul'. Los jugadores corrieron, electrizados, hacia todas partes, entre el desconcierto del entrenador. Pasaron los años, crecieron los juveniles, siguieron los agotadores viajes en autobús, el olor a encierro y cuero: Para la historia del club quedan nombres como Portorrome, Pinueve, Saratxo, Txato, Txirai, El Negro y su equipo de chicas, Trainera, Gazela, El Brujo... Y luego, Moñigo, Aspuru, Pipi, Borlas, Arrutia, el galés Peter, mago en aperturas y en mezclar gin y birra... Especialistas en carreras y en vaciar jarras en esa ceremonia sagrada de camaradería que es el tercer tiempo, cuando los equipos, tras haberse saludado en el 'pasillo', beben y cantan juntos. Los del Getxo frecuentaban Romo, las comidas del Tabernatxu y las jarras del Amesti o del Alai. Apuntalado sobre ese espíritu de equipo -al final los equipos bien avenidos no son más que una prolongación de la cuadrilla-, llegaron los títulos: La Liga del 92/93; las Copas del 90, 91, 92 y 97, las internacionalidades de Azkargorta, Etxebarria, Castro, 'Javichín'... Las pequeñas leyendas como Fidel Castro, el pilier que trabajaba como enterrador, o Jonabad Díaz, un hombre que emigró a Nueva Zelanda para empaparse del mejor rugby del mundo mientras se ganaba la vida descargando camiones. Posiblemente, aquellos tiempos gloriosos han pasado: Hoy, los chavales toman agua en el tercer tiempo, disponen de masajista y de agua caliente y viven el deporte con otro espíritu porque desconocen las penurias de cuando el rugby era algo tan exótico como los meteoritos lunares. Hoy, el rugby es un deporte profesional, con su Supertwelve y sus contratos millonarios: Hay cambios y publicidad en las camisetas, nadie usa ya el talón de la bota para hacer montículos de topo antes de la transformación, hay tarjetas amarillas y han desaparecido las bandejas con limones del descanso... Pero nada podrá acabar con los recuerdos de los tiempos gloriosos. Y de horas de gloria y de sacrificio saben mucho los del Getxo Rugby Taldea.
A PALOS
La expulsión y posterior readmisión de Inglaterra en el Torneo Cinco Naciones muestra la tensión que sufre el rugby Era inevitable. Una vez que el rugby abrió sus puertas a los mercaderes sólo era cuestión de tiempo saber cuánto tardarían los comerciantes en apretar las tuercas para meter el miedo en el cuerpo a la afición. Esta misma semana, el Torneo de las Cinco Naciones ha vivido jornadas inciertas. Primero fue el bombazo de que Inglaterra, el país donde se inventó el rugby, iba a ser excluida del Torneo de las Cinco Naciones. La razón no era otra que el desacuerdo entre los organizadores del Torneo y la Federación Inglesa por el reparto de los derechos televisivos de la competición. Inglaterra mantiene un con trato por el que ingresa 21.000 mi llones de pesetas con Sky Television, del magnate Murdoch. Por su parte, las otras cuatro naciones representadas en el Torneo (Francia, Escocia, Irlanda y Gales) han vendido sus derechos de imagen a la ITV. El caso es que ni unos ni otros parecían ponerse de acuerdo en vísperas de la que está llamada a ser última edición del Torneo bajo el nombre de Cinco Naciones, una vez que Italia competirá en el 2000. La noticia de la exclusión de Inglaterra -readmitida ayer de urgencia- sacudió como un maremoto el mundo del rugby. Gavin Hastings, zaguero escocés y de los British Lions, se preguntó en voz alta «¿qué le ha sucedido a este juego para que andemos así?» El propio capitán del XV de la rosa, Bruno Nero Lawrence Dallaglio, ha tenido que reconocer que «todo ha cambiado demasiado rápidamente en el mundo del rugby». Y ahora se empiezan a ver las primeras consecuencias. Hasta 1994, los internacionales del hemisferio norte hasta tenían que pagarse las botas con las que saltaban al campo. Quienes vestían las ca misetas, casi im polutas has ta el final, só lo recibían a cambio de su participación en el Torneo un frac con el que acudir a las cenas que los equipos celebraban tras la disputa del partido. Pero el rugby, último reducto del deporte romántico, estaba dando desde principios de los 90 sus últimas boqueadas.
UNA MINA DE ORO
El Mundial celebrado en Sudáfrica en 1995 sirvió de barómetro para calibrar el interés mundial de este deporte de villanos jugado por caballeros. El vtorneo sudafricano se convirtió en el tercer acontecimiento deportivo de la historia por ingresos publicitarios, sólo superado por las Barcelona'92 y por el Mundial de fútbol. Un dato: Adidas paga a la Nueva Zelanda más dinero por vestir a los All Blacks que Nike a la selección brasileña de fútbol. Las federaciones quisieron subirse a ese carro de dinero que no admite vuelta atrás. Sólo era cuestión de tiempo que estallaran las conflictos. Pero como todos tienen algo que perder (nadie imagina una edición sin los morriones de oso que coronan las cabezas de los músicos de la Banda Real o sin el Rules Britannia! coreado por las gradas de Twinckenham), el arreglo era inevitable. «A todos nuestros contrarios les gusta tumbar las camisetas blancas de Inglaterra», había profetizado como solución al conflicto Roger Uttley, el seleccionador inglés. «El conflicto indica el nivel de tensión que viven los clubes y las federaciones nacionales», subrayó Uttley para radiografiar la situación por la que atraviesa un deporte que, en el Norte, anda a palos. Pero pocas horas después las aguas volvieron a su cauce. Todos estaban condenados a entenderse. Aunque sólo fuera para detener las demandas judiciales por incumplimiento de los multimillonarios contratos ya firmados. Los mercaderes tendrán este año también su libra de carne.
Comida de hermandad 19/11/2005
KIRRINKA 5000 RT
El Comité Organizador integrado por Andoni Iñigo, Angelmari Alonso y Xabi Iñigo e impulsado especialmente por Carlos Asteasu creador y mantenedor de la güeb peich del club, único resto aún visible de lo que fue nuestro espíritu
SALUDA
a todos los antiguos componentes del excelentísimo y magnífico equipo de rugby que asoló los campos y tabernas de Euskadi en los prehistóricos tiempos del agua fría en los vestuarios y se complace en convocarles a la
REUNIÓN CONMEMORATIVA
Que se celebrará el SÁBADO 19 NOVIEMBRE 2005 en la ciudad de Vitoria-Gasteiz con el siguiente
ORDEN DEL DÍA
Tarea 1. | Concentración en el Picasso-taberna (Avda. Gasteiz) a las 13:30 horas. |
Tarea 2. |
Calentamiento a la mano, corriendo -con el vaso- la banda por la Avenida de Gasteiz y la calle San Viator hacia la Plaza Gazalbide, hasta el final de la calle San Viator. |
Tarea 3. | Reagrupamiento de dispersos y otros que llegan tarde en el bar Aconcagua (Pza. Gazalbide) a las 14:15 horas. |
Tarea 4. | Triunfal entrada en el terreno de juego (txoko sito en el Centro Comercial Gazalbide, seguir carteles con una “K” para llegar) a las 14:30 horas. |
Tarea 5. | Vasito de bienvenida y reparto del kit de reconocimiento e instrucciones de uso. |
Tarea 6. | Informe del Comité, saludo al árbitro y sorteo de campo. |
Tarea 7. | A las 15:00 lo más tarde empieza el partido. Comida y bebida con la táctica de ataque-defensa pertinente frente a nuestro rival, el |
MENÚ
Desconstruccionistas rompehielos (entremeses).
Existencialista
plato de fundamento: Limpita y aseá melange de laitue et frisée acompañando a cochinillo asáo.
Gnoseológico (no psicológico, ni epistemológico, ni sociológico, ni lógico-formal, ni histórico, pero sí histérico) postre.
Otras neoclásicas aportaciones al paladar del comensal: Pan, vino y cava, café y licores.
Tarea 8. | Discursos, batallitas y cánticos. Se podrá grabar y sacar fotos. ¡Traed cámaras! |
Tarea 9. | Torneos y concursos. Se podrá grabar y sacar fotos. ¡Traed cámaras! |
Tarea 10. | Tercer tiempo, hasta que el cuerpo o nuestras santas aguanten. No se podrá grabar ni sacar fotos. ¡Traed dinero! |
Voluntarios para pintar el campo –ya no hacen falta más, que estorban- recibirán instrucciones vía teléfono.
Lista de asistentes a la celebración de la resurrección temporal del KIRRINKA
(Don Luis Durana Rioja, El Duro, asiste aunque no le veáis en la relación)
Agustín Otsoa Eribeko
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XL
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Alejandro Atxaerandio Olabuenaga
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XXL
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Andoni Iñigo
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XXXL
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Andrés Canillas
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L
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Ángel Alonso <nabarro>
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XL
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Carlos Asteasu
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XXL
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Enrique Triviño "tarzán-txiki"
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XL
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Fernando García
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L
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Fernando Orozko (Txakolí)
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XXXL
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Javier Infante <artza>
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XL
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Javi Olarte <escayolas>
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XL
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Jesús Javier Ciarrusta Bilbao
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XL
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Jon Gmz-Goikolea
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L
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Juan Carlos Iriazabal <morrosko>
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XXL
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Juan Pablo Cabero
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XXL
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Julián Méndez
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XL
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Kepa Baquedano
|
XL
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Kike Gonzalo Bilbao <el presi>
|
XL
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Patxi YUYU
|
L
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Patxiko Peña
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XXL
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Pedro-M Diéguez
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XXL
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Sito Páramo
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XL
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Xabi Iñigo
|
XL
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Estaremos si dios quiere, 23 (número primo y gran edad).
Txetxu Calleja y Xabi Otegi se han excusado y se les reserva el kit.
Julián y Carlos andan prietos de tiempo por sus compromisos, pero vienen.
Sería aconsejable encargarle a alguno la realización de las
fotos (alguien que le guste la fotografía, que entienda); en definitiva, un
negro que nos saque gratis las afotos. ¿Alguno de entre vosotros,
de la especie en extinción de los abnegadotzailes, quiere ser ese alguno?
Si alguno llega tarde, se pierde en las complicadas calles de la ciudad o en el confuso entramado del C.C. Gazalbide porque “los malos” han quitado los carteles con las “K”, se dan los siguientes teléfonos de referencia para que os mandemos una patrulla de rescate o al masajista con una aspirina:
Angelmari <nabarro>: 615 320 997
Xabi: 675 704 376
Y ya vale. Hasta el sábado, que son tres días.
Ondo izan!